Elio Lorenzoni y Las Cosas Simples

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By Daniel
 · 
October 5, 2011
 · 
3 min read
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"Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura
ché la diritta via era smarrita."

Recuerdo bien aquella tarde en la que Elio Lorenzoni me explicó el significado del Canto I de La Divina Comedia. Era una típica tarde otoñal en Ciudad Juárez, fría, con pocas nubes y con un solitario sol. Elio nos había invitado a su casa a Marko y a mí, dos de sus tres alumnos de su clase de italiano, para enseñarnos a cocinar spaghetti “al dente”.

Recuerdo cómo pacientemente cortaba el ajo y la cebolla para después ponerlos en un sartén en el cual previamente había calentado aceite de oliva. Elio siempre nos decía, a sus 72 años de vida, que había aprendido que las cosas más simples son las que le habían dado más felicidad en su vida. Puso en un plato el ajo y la cebolla picados y nos lo dio a probar; aquel plato tan sencillo era un claro ejemplo de lo que aquel viejo nos decía. Tres ingredientes en aquel plato tan simple eran un manjar en nuestro paladar.

Después de eso, nos enseñó un truco para saber si la pasta estaba “al dente” o no. De la olla sacó un fideo de spaghetti y lo arrojó hacia la pared. “Si se pega a la pared quiere decir que está lista, si rebota es que todavía le falta”.

Elio era la persona más interesante y culta que había conocido en mi corta vida. Nos contaba sus historias de la infancia y la Primera Guerra Mundial, de sus días de piloto en el ejército italiano en la Segunda Guerra Mundial, nos platicaba de las tres ocasiones en las que se estrelló piloteando un avión, en plena batalla, y cómo había sobrevivido. Después de eso, iba como un niño hacia su cuarto por su escopeta de doble barril, nos la presumía y nos contaba de sus días de cacería; nos platicaba de cómo se enamoró de su esposa mexicana y cómo se había enamorado a la vez de México. Nos podía platicar sus historias en cualquiera de los 9 idiomas que sabía hablar fluidamente y no nos dejaría de parecer interesante.

Esta tarde, mientras miraba el atardecer en el muelle de Santa Mónica, me acordé de Elio y de aquella tarde cuando me explicó el Canto I de la Divina Comedia, de cómo Dante, a la mitad del camino de su vida, se encontraba en una selva oscura y de cómo se había percatado de que había desviado su rumbo. Tal vez sea porque me siento un poco como Dante a la mitad del camino de la vida, o tal vez porque fue una tarde fría parecida a la ya descrita, o tal vez sea porque vi un avión de guerra perderse en el cielo. Tal vez sea un poco de los tres.

Aquella tarde fue la última vez que vi a Elio Lorenzoni con vida. Ni dos Guerras Mundiales, ni tres accidentes en plena batalla pudieron con él. Elio fue el primer amigo que perdí en mi vida y la primera persona que vi dentro de un ataúd. Pero prefiero no recordar a Elio en la funeraria; prefiero recordarlo lleno de vida, contagiando de vida, de historia, de cultura y sabiduría. Me gusta recordarlo con su filosofía de las cosas simples de la vida, cosas tan simples como recordar a un viejo amigo 15 años después, sonriendo hasta el final, con una copa de un buen vino en la mano y a escasos minutos de comenzar la cuarta década de la vida.

Comments
Anonymous
Shiva, me imagino que estas hablando de mi padre y me encantó lo que dices, también lo sufrí. Aún hay algunas fotos por aquí de él, en sus mejores épocas, si me mandas alguna dirección de correo-e, te las puedo enviar, sale?
Saludos cordiales
Elio Lorenzoni Meraz
milorm04@yahoo.com.mx

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